domingo, 14 de julio de 2013
GRANÁ
Llegue a Granada, tras doce horas interminables de viaje en bus, dos de las cuales estuve tirado en la calle, en Madrid, esperando el transbordo, donde todavía no sé como conseguí mantener todas mis pertenencias a salvo de la delincuencia nocturna propia de un viernes noche en esa ciudad, las restantes 6 horas de viaje las pase al lado de un hipster barbudo descalzo, pensareis que debería haberle pedido "educadamente" que se calzara, pero no tenía mucho sentido ya que iba con sandalias, unas sandalias estilo Gaius Julius Caesar divinas.
Como podréis imaginar mis prejuicios sobre Granada, y Andalucía en general eran muy estrictos, pensaba que esas tierras estarían infestadas de gitanos, canis/peloescobas, vagos y todo tipo de escoria, y cuando baje del bus lleno de alegría por librarme del olor a pies y con un mono de tabaco digno de Trainspotting, lo primero que me encuentro es a un gitano que me dijo: "Oye killú, no llevaras un cigarrillo?" pensé en darme la vuelta y coger el primer bus de vuelta, pero en ese momento de flaqueza me acorde de José Bretón y aquello me dio fuerzas para seguir adelante.
Conseguí encontrar a mi contacto en Granada, El Rumano, que como acordamos dejo suficiente cobre sin robar como para que pudiera disponer de electricidad durante mi semana allí; pasamos una agradable tarde entre guiris, visitando la alhambra, y nos fuimos a cenar de tapeo. El tapeo en Granada es glorioso, con un zumo de cebada te regalan suficiente comida para alimentar un poblado somalí durante un mes. Esa noche decidimos salir un poco de farra, y tras varias cervezas, y por culpa de nuestro desconocimiento del terreno entramos en el bar más extraño del mundo, un antro más pequeño que la sede de Quemadillas y más oscuro que el sobaco de Obama de noche, donde una china con flequillo rojo pinchaba una música que podría decirse "electro-gótica" al compas de la cual unos heavys movían la melena y donde la gente seguía consumiendo tapas como si aquel esperpento fuera normal, huimos de allí y el rumano estuvo a punto de ligarse a una yanki, la seguimos por varios bares pero ella decidió que prefería al surfero californiano de su grupo antes que a él y ante tal fracaso decidimos tomar la ultima e irnos a sobar.
Al día siguiente el rumano abandono Granada y yo llegue al hotel donde me hospedaría durante el resto de la semana, allí conocí a mi compañero de habitación, un salmantino que me pregunto si era culé o merengue, ante lo cual levante la cabeza orgulloso y le dije: Zaragoza hasta morir! y me compadecí de él ante la desaparición de la U.D. Salamanca.
Fue una semana dura, donde el ingles y el "andalú" se mezclaban en mi cabeza constantemente, a pesar de todo, y en gran medida gracias a que las profes eran jóvenes y estaban buenas, conseguí que predominara el ingles.
Durante la semana pude comprobar, y es algo que me lleno de alegría y gozo, que mis prejuicios sobre los andaluces eran exagerados (al menos en aquella ciudad) si bien es cierto que había bastantes gitanos, eran gitanos de melena y camisa y que en vez de los robos su principal fuente de ingresos era tocar la guitarra y dar palmas, y en cuanto a peloescobas, quitando un pequeño incidente con un drogata que increpo a uno del grupo por tener el pelo mas rojo que un bebe en una batidora, no había más de lo normal; lo que me sorprendió era que aquello estaba lleno de hippies, perroflautas y guarretes en general.
Deje la ciudad el sábado siguiente, por culpa de la resaca casi pierdo el tren, y llegue a la capital del Ebro tras un cómodo viaje en Ave.
PD: Próximamente: "Quemadillas On Tour: Pamplona-Iruña"
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